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Dependencia económica y subordinación femenina

Antonio Hernández Montoya

Una alta proporción de mujeres en nuestro país vive en dependencia económica: una parte de ellas ocupándose exclusivamente de realizar trabajos domésticos y de cuidado de personas, ambas actividades no remuneradas; otra porción se ha incorporado a la actividad económica de mercado y con ello realiza una doble jornada de trabajo pues también la mayoría de ellas se tienen que ocupar del cuidado de personas y de los trabajos domésticos.
La dependencia económica en que vive una gran proporción de las mujeres, generada por las circunstancias en que participan en las actividades económicas,
remuneradas o no, es un elemento que contribuye al establecimiento de relaciones de subordinación en relación a otra persona, generalmente a un hombre, porque en muchos casos esa dependencia es utilizada para condicionar las decisiones de las mujeres, quienes prácticamente quedan reducidas a un estado de control por parte de un hombre.
Para ilustrar lo anterior, los datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016 indican que de más de 35 millones de mujeres de 15 años y más unidas en el momento de captar la información o anteriormente, debían pedir permiso a su pareja para. . .
Lo anterior, además de constituir graves violaciones a los derechos humanos de las mujeres, los cuales están protegidos por las leyes mexicanas, expresa el fracaso de las políticas públicas desarrolladas en los 25 años de institucionalización del movimiento de género, las cuales declaraban como uno de sus objetivos “empoderar económicamente a las mujeres”. Las administraciones federal, estatales y municipales del periodo referido no han rendido cuentas sobre tales políticas públicas.
La administración actual también tendrá que rendir cuentas de lo que haga para transformar realmente la situación de las mujeres aunque su margen de acción parece bastante limitado por un entorno internacional más proteccionista e internamente caracterizado por la desaceleración económica, la situación de pobreza en que se encuentra 41.9% de la población del país según el CONEVAL y una enorme desigualdad en donde en 2014 el 10% de los habitantes del país concentraba 64.4% de la riqueza nacional y en 2015 al 1% más rico le correspondía el 21% de los ingresos totales de la nación, según reporta OXFAM.
Frente a esa compleja realidad es necesario que las mujeres y los hombres nos organicemos de manera independiente, reflexionemos y emprendamos acciones, tanto para elaborar propuestas de acción para la gestión de las condiciones de vida inmediatas, como para demandar a las empresas y a las instituciones públicas políticas públicas que contribuyan a resolver los problemas de género.
¿Aceptaría un hombre esas condiciones?

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